LA VERDAD NO OFENDE

 LA VERDAD NO OFENDE

Ser sinceros y decir siempre la verdad nos hace confiables ante las demás personas. A nadie le gusta ser engañado. Cuando mentimos le estamos faltando el respeto al otro, pero también a nosotros mismos. La mentira nos puede llevar a situaciones de riesgo, pues el mentiroso suele hacerse adicto a esta actitud. Esto se debe a que, para sostener una falsedad, debe luego inventar otras que le den validez, que no la contradigan y que la hagan aparecer como si fuese real, verdadera. La mayoría de las veces, esa cadena de mentiras tiene algunos eslabones débiles y no tarda en romperse, y se descubre al fabulador que queda absolutamente desnudo de argumentos. Quien creyó en el mentiroso se siente profundamente estafado, ofendido.

La verdad, en cambio, nunca ofende. Puede provocarnos desilusión, tristeza, desesperanza o hasta, en el peor de los casos, malestar; pero no ofendernos porque quien nos dice la verdad nos está respetando. Sin embargo, hay ocasiones en que razones humanitarias hacen que una persona le oculte a otra parte de la verdad. 

En efecto, sería poco humano decirle a un enfermo a punto de morir que ya no tiene esperanza. En ocasiones, cuando la verdad puede generar un sufrimiento inútil, recurrimos más a la piedad y sacrificamos un poco nuestros principios. Pero es mejor siempre decir la verdad.




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